viernes, 18 de septiembre de 2009

"Destinos encontrados: la pareja"

El encuentro de dos destinos: el caso de la pareja
S
i enfocamos el destino de una pareja, hilamos en forma fina, observaremos que cada integrante de la pareja despliega su propio modelo de vida. Este modelo de vida que sufre de las influencias del modelo de vida o estilo de comportamiento del otro integrante de la pareja. Por consecuencia, la forma habitual de comportamiento de una pareja, constituye una transacción o acuerdo implícito o explícito de ambos integrantes respecto de cómo deben ser las cosas. Es decir, las reglas del comportamiento desplegados en la pareja constituyen el resultado de una “negociación” más o meno consciente entre los integrantes de la pareja. Sin embargo, puede existir el predominio del modelo de comportamiento de uno de los integrantes, lo que se lleva una configuración de la pareja diferente a cuando predomina el modelo del otro integrante, como por ejemplo el hombre. Podemos ejemplificar a través de un caso, en que el hombre se posiciona en un rol dominante y determina todas las formas habituales de comportamiento en la pareja, llevando a que la mujer deba manifestar comportamientos sumiso en forma manifiesta, aunque en forma secreta mantenga ciertas reservas respecto de las expectativas del marido. En los momentos de conflictos surgirán sin duda los desacuerdos implícitos entre ambos. Es decir, en la pareja asistimos a dos niveles de interacción, a saber, un nivel manifiesto en que se explicitan las reglas de comportamientos o acuerdos conscientes entre ambos miembros de la pareja. Sin embargo, existe otro nivel, el implícito, en que los acuerdos y desacuerdos se manifiestan desde desacuerdos implícitos, silenciados, ocultos. En este nivel, se juegan los modelos contenidos en el programa mental y que se vuelven a reactualizar en la pareja en forma más o meno manifiesta. Existirán sin duda casos en que ambas parejas puedan manifestar sus respectivos modelos en formas complementarias. Podemos denominar a tales parejas como “complementarias” puesto que sus estilos de vidas llevan a un encastre profundo y a un acuerdo en muchos estilos de comportamientos que determina una forma de comunicación relativamente positiva. Tenemos el ejemplo de una mujer sumisa con un hombre dominante, un hombre de nivel intelectual alto con una mujer de nivel intelectual bajo, y muchos casos más. Podemos denominar a tales parejas “parejas complementarias”, aunque sin lugar a duda puedan existir pequeñas diferencias en los estilos de vidas de cada uno. Sabemos que cada integrante de la pareja tiene una historia particular, modelos particulares internalizado dos en el curso de la socialización, una definición personal de lo femenino y la maternidad, un enfoque particular en la educación de los hijos, y diversas funciones(pensar, estudiar, actuar, sentir, intereses, expectativas, etc.) incorporadas en forma singular. La puesta en marcha de una pareja implica necesariamente lo que denominamos una “negociación implícita” de los diversos estilos de comportamientos al desplegar en la vida cotidiana de la pareja. A través del conocimiento mutuo, de los “ensayos y errores” para exigir el cumplimientos de las propias expectativas respectos de los roles, hasta el diálogo abierto. Los conflictos y desacuerdos serán por lo tanto, desacuerdos profundos contenidos en el programa mental de cada integrante y que se tornan discordantes respecto de los comportamientos externos exigido por el otro integrante de la pareja. Desde los pequeños detalles, y las habituales formas de relación en la pareja, se manifestarán sin duda las expectativas diferentes de cada integrante. Desde este punto de vista, podemos definir los problemas de parejas como desacuerdos implícitos o manifiestos entre expectativas de comportamientos contenidos en el programa mental.
Hablar de un “programa femenino” y de un “programa masculino” desplegados en la pareja, no constituye un contrasentido, porque de hecho tanto los hombres como las mujeres construimos nuestros propios modelos de hombre, de mujer, de pareja y de familia en el grupo programador por excelencia, que es la familia. Sostener que existe un programa referido a la vida de pareja constituye una gran verdad porque en nuestro programa mental poseemos internalizado las imágenes fundamentales de los vínculos tempranos entre nuestros Padres tanto desde el punto de vista del amor, de la sexualidad, y la convivencia entre los dos. Así como existe un programa para el lenguaje, o un programa para pensar o caminar, nuestra mente estructura un sistema integrado constituido por esquemas o modelos de comportamientos que luego su volvemos a reactualizar o concretar en la vida de pareja que armamos. Si un niño asistió al divorcio de los Padres, su programa mental estará predominantemente orientado hacia la pareja dividida, aunque el determinismo pueda tener ciertas variaciones y puedan existir casos en que tal sujeto realice lo contrario, es decir un objetivo de vida destinado a la no separación. Lo mismo podemos decir respecto de los problemas conyugales como la violencia en la pareja, los hábitos alimenticios de cada uno, el ciclo sexual o nivel de deseo de cada uno, las expectativas educacionales de los hijos, aspiraciones, temores y objetivos de vidas. Para conocer el secreto de la interacción en una pareja, la Destinología se centra en el programa mental de cada uno de los integrantes. Puesto que este programa mental vuelto a actuar en forma concreta y en forma inconsciente nos brindará la secuencia de escenas, pautas o creencias que llevaron a los conflictos manifiestos. Entendida de esta manera, es decir, la pareja como puesta en escena de modelos previamente estructurado en la mente del sujeto como un programa mental y que constituye gran parte de su destino, nos resulta muchísimo más útil que buscar la causa de los conflictos de pareja en un supuesto lucha de impulsos o de eventos sociales que llevan al colapso de ciertas parejas. También, las cuestiones de parejas forman parte de nuestro destino, están cifradas, escrita en nuestra mente a través de las conclusiones personales tempranas que observamos en nuestra familia. De esta manera, los problemas de parejas resultan en verdad a desacuerdos profundos que ambos integrantes ignoran en forma profunda, porque las verdaderas causas hunden sus raíces en lo profundo del programa mental de cada uno. Para la Destinología, las manifestaciones supuestamente nuevas, novedosas y afectivas como el mismísimo amor, no constituyen sino reediciones o facsímiles de comportamientos pasados internalizado en el contexto de una familia y en la infancia. Encontrar los modelos de comportamiento subyacente a cada comportamiento de los integrantes de la pareja constituye una tarea esencial para la Destinología. Las similitudes entre la historia materna y la de la hija, los parecidos entre la historia del hijo y la del Padre, nos llevarán sin lugar a duda a la verdad de cada historia. Una vez conocido la historia de los integrantes de la pareja, una vez indagado en los pensamientos inconscientes contenidos en el programa mental de cada uno, una vez esclarecido sobre los personajes centrales e identificatoria de cada sujeto, el destinológo podrá, finalmente, hilar el destino de los integrantes de la pareja. De esta manera podrá obtener el destino de la mujer y el destino del hombre. Además podrá obtener un destino compartido como resultado de la síntesis o interacciones entre ambos destinos. De ahí podrá encontrar la lógica de los procesos supuestamente “patológicos”, que cobrarán sentido en el marco de una historia tanto individual como de pareja.
Escuchar y descifrar las historias compartidas de la pareja, tanto como el programa individual de cada uno no constituye verdaderamente un desafío. Lo que sí constituye un desafío es encontrar los puntos problemáticos de cada destino, los personajes en juegos, el modelo de identificación del sujeto, los padecimientos del modelo de identificación y las del sujeto en juego, y la posibilidad de que el sujeto cambie a partir de la toma de conciencia de su destino singular. En otros términos, comprender y describir el destino de un sujeto, aunque constituya una ardua tarea que requiere del uso de una escucha atenta, de un conocimiento acabado del propio programa mental de parte del destinólogo, el uso de instrumentos técnicos para acceder al archivo profundo de cada integrante, etc., no constituye toda la tarea. La verdadera tarea del destinólogo consiste en llegar a comparar las repeticiones contenidas en el programa mental de cada sujeto y que re-actúa en su vida actual y los aspectos novedosos y creativos construidos a través de diversas habilidades como el arte, la ciencia, la literatura, el pensamiento filosófico, el trabajo creativo o simplemente una existencia orientado según un principio hedonista. Es decir lograr el balance entre el principio de repetición y el principio de creatividad y devolver al sujeto ambas visiones contenidas en su programa mental y las repeticiones actuales de su comportamiento en el marco de la pareja, la familia el trabajo y la sociedad, constituye el objetivo principal de la Destinología. Tal el desafío de la Destinología en lo atinente a las cuestiones problemáticas de la pareja.

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